CLUNY: LA DAMA DEL UNICORNIO- Continuación -por Antonio Capriotti
08may

Escaleras arriba, espera, desde hace años, la Dama del Unicornio. Rilke
tomó debida nota en sus cuadernos. (Todos deberíamos agradecerle a Georges Sand
su celo en cuidar las telas; y en hacérnoslas conocer). Casi un milagro: están
como cuando el más anónimo de los artesanos las concibiera hacia finales del
Siglo XV. El ambiente que alberga a las telas es redondo. Parece que, Dama y
Unicornio, león y doncella, nos abrazaran, invitándonos a su bucólica ronda.
Ella, la
Dama , se repite en la obvia reiteración de los sentidos. La Dama y su doncella, su
entrometido unicornio, el ingenuo paisaje, el león de cara redonda, se esconden
tras sus obedientes figuras.
Podemos escoger cualquiera, aunque la disposición
de las telas, el ambiente con luz cuidada, la arquitectura, nos condicionan a
caminar al compás de los sentidos. El primero: ¿el más cerebral? El olfato. Es
como oler recuerdos, leyes, razonamientos. Inhalamos; y el olfato se abandona a
la sensualidad del momento. La
Dama se entretiene y teje una corona de flores. Se dispone a
oler una rosa.

EL OLFATO
Dispuestos a ver, nos dejamos trasladar a la
segunda tela. Nuestra visión se ajusta. Entonces recién vemos: la Dama , rostro compungido,
arrodillada, deja que el unicornio descanse sus patas delanteras en sus
flexionadas piernas, mientras sostiene el espejo que refleja, del
unicornio, su ilusoria testa. Blandiendo
en lo alto, el estandarte con la insignia de las tres lunas en cuarto menguante
apuntando a las alturas, embelesado, hace escapar su mirada el león. La ternura
de la dama contrasta con la mirada desalmada del león. La Dama con los ojos entornados,
da por obvia la respuesta del espejo a la mundana mirada del unicornio.

LA VISTA
Apacible y desafiante; segura y circunspecta, ahora,
la dama se ocupa de asir, con su mano derecha, el simbólico estandarte;
mientras que, con la izquierda, acaricia con recatada sensualidad, la
fantástica protuberancia. Ritual mágico. Pasos de un ceremonial cargado de sensualidad, simbolismo,
promesas...

EL TACTO
Otra de las telas se encarga de mostrarla
inmóvil, señorial, en el centro
de la escena, con los dedos de una de sus manos adentrándose en el cáliz
enorme, y en la otra mano, hace equilibrios una frágil ave que aletea.
Unicornio y león ostentan, engreídos, sus estandartes, luciendo capas que dejan
ver, tras sus dobleces, las lunas incompletas, dentro de la reiterada franja
azul, mientras la Dama
se dispone a llevar un dulce a la boca. Nos invita a masticar. A disolver
lentamente en nuestras lenguas el dulce bocado. La cesta descansa a un lado, y
la niña no deja de mirarla mientras sus brazos firmes, amarran el cáliz.

EL GUSTO
Silencio. Apacible y dispuesto a convertir dedos
ágiles en notas estiradas como gotas de miel, el pequeño órgano, montado sobre
una mesa con tapiz oriental, se ofrece por igual a la Dama y a su doncella. Se deja
escuchar una rapsodia sin estridencias, como cientos de gotas de lluvia
golpeando contra el suelo.

EL OIDO
Todo parece concluir. Ya desfilamos ante los
cinco sentidos; aunque aún se nos ofrece otra tela: en ella, la Dama blande un collar de perlas que hace emerger de una
tabaquera que sostiene la doncella. En las otras telas, artificiosos collares,
cadenas y crucifijos, rodean su cuello.
Ahora es como si intentara desprenderse de ellos. Como si todo ornamento no
fuera más que un estorbo que entorpece los sentidos. Como si nos dijera: “para
poder sentir, toda la civilización deberá esperar.”
Desde el centro la vemos emerger a la Dama de una redonda tienda.
Ambos, unicornio y león, sostienen las puntas de la lona, para mantenerla
abierta, mientras la doncella le ofrece a nuestra Dama el neceser.
A mon seul désir. Parece ser su único deseo.
Despojarse. ¿Para qué? Tal vez la respuesta esté en lo que representa el
unicornio como animal mítico, fabuloso y extravagante: ¿un sensual encuentro?
Afuera, como es la costumbre en esta época del
año, llueve sin apuro sobre una París algo nostálgica y discreta.
NOTA DEL PRESENTADOR:
El último de ellos es un misterio por desevelar .
Es posible que represente al Sexto Sentido
a quién aún nadie ha puesto nombre

y la frase que lo preside un enigma sin descifrar que ha dado lugar a muy diversas interpretaciones
"A mon seul désir"
A mi único deseo
Descubiertos por Prosper Mérimeé
en el Castillo de Boussac en 1841
los podemos encontrar en el Museo de Arte de Cluny
... y contemplarlos sí que es un verdadero placer
para los Sentidos
